Reflexiones de verano
Reflexiones de verano Cuando era pequeño, le tenía miedo a los payasos. No me pregunten por qué; no sé si era la nariz roja, la cara en general, la risa estridente, o todo en conjunto. Ahora ya no me dan miedo, sólo me fastidian. Para ser sincero, preferiría mil veces seguirles temiendo antes que temer a lo que temo hoy día: miedo a la soledad, miedo a la muerte, miedo al fracaso, miedo al rechazo de un mundo que, al fin y al cabo, le da igual quién sea o qué haga mientras no les afecte, y a quienes le importe, no deben clasificarse como parte del "mundo". Aquellas tardes de verano cuando todos hacen lo que les place y uno se queda en la cama bañado en sudor y vagancia (no me gusta la palabra pereza, me suena muy pecaminosa), son momentos fantásticos para reflexionar y soñar despierto; fue en una de esas cuando me di cuenta de algo: no son esas cosas las que me dan miedo, es el miedo en sí lo que me da pavor. El miedo me paraliza hasta la médula, me agarra como un m...