Reflexiones de verano



Reflexiones de verano


Cuando era pequeño, le tenía miedo a los payasos. No me pregunten por qué; no sé si era la nariz roja, la cara en general, la risa estridente, o todo en conjunto. Ahora ya no me dan miedo, sólo me fastidian. Para ser sincero, preferiría mil veces seguirles temiendo antes que temer a lo que temo hoy día: miedo a la soledad, miedo a la muerte, miedo al fracaso, miedo al rechazo de un mundo que, al fin y al cabo, le da igual quién sea o qué haga mientras no les afecte, y a quienes le importe, no deben clasificarse como parte del "mundo".

Aquellas tardes de verano cuando todos hacen lo que les place y uno se queda en la cama bañado en sudor y vagancia (no me gusta la palabra pereza, me suena muy pecaminosa), son momentos fantásticos para reflexionar y soñar despierto; fue en una de esas cuando me di cuenta de algo: no son esas cosas las que me dan miedo, es el miedo en sí lo que me da pavor. El miedo me paraliza hasta la médula, me agarra como un muñeco macabro y me mueve los labios para que diga "no puedo". Lo peor es que me lo creo en ese momento como parte de mi ser. Como si yo no fuese realmente capaz de plantarme a mis demonios y decir "¡Basta ya!". Malditas, malditas, mil veces malditas esas palabras y las miles de veces que las pronunci´, porque las caídas que me habría ahorrado si no las hubiese dicho son muchas. Eso de que hay que enfrentarse a los miedos es una gran verdad, pero también es una gran realidad que muchos no reaccionamos hasta que no tocamos fondo; entonces se va el miedo, porque se ha perdido más en la parálisis que haciendo algo al respecto.

Después de una gran caída, se crece mucho, pero somos humanos y el crecer de mente y ser no es algo que se detenga. En verdad, poca cosa es más escalofriante que descubrir lo poco que te conoces a ti mismo. Porque cuando piensas que, después de miles de caídas, 12 litros de lágrimas y cero borracheras dignas de llamarse como tales, eres una persona "aceptable", enterarte que sigues siendo una bestia en potencia o una posible víctima del pesar, duele. Duele mucho. Sin embargo, es una gran oportunidad para mejorar. El ser perfecto es una utopía que maté hace años, pero no por ello tengo que cesar en querer ser mejor, lo mejor de mi. 

YSFP


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