De turismo
Se despertó con el olor a mangle. Se quitó las lágrimas con violencia. Sabía que debía haber cambiado las sábanas después de jugar, pero ganó la pereza. Todo fue culpa de las sábanas y del maldito calor. Anoche volvió a soñar con él. Navegaban por los grandes ríos; el Amazonas se extendía a los costados del barco de madera. Un barquero de apariencia taiwanés permanecía de pie en la proa, tras la punta en forma de pico. Ella estaba sentada unas dos filas más atrás, donde solo ves agua verde y cielo azul; él estaba en el extremo opuesto. Había conocido demasiadas caras de él en vida, demasiados selves en el himself. Desde que pasó, cada vez que lo soñaba, era una persona diferente, una nueva primera vez. Esta vez, veía a un hombre abatido, extrañamente cansado, con cara de hastío. Era evidente que no quería estar ahí y por alguna razón a ella se le retorcía el pecho. Aquel hombre no paraba de mirar al manglar, al vacío, una mano sost...