La tita Teresa
La tita Teresa La primera en salir de la tumba fue la tía Teresa. Fui yo quien le abrió la puerta. Obviamente la invité a pasar, mi madre me enseñó que es de muy mala educación dejar esperando a una persona en el portal, esté viva o no. Quería invitarla a algo de tomar o de comer, pero no sabía qué se le da de comer a un no muerto. No quería comprobar si lo de las películas era cierto (necesitaba mi cerebro para el examen de matemáticas), pero bueno, de momento sus manos permanecían ancladas a sus rodillas, sosteniendo su falda como la última vez que vino a casa hace dos meses, justo antes del “accidente”. Cada vez que escuchaba esa palabra me olía a pescado, en parte porque la morgue está justo al lado de la pescadería de Pepe y en parte porque algo me parecía raro en la muerte de la tita. “Suicidio” no encajaba nada con la muerta que estaba a mi lado; aún ahora, con media cara cayéndosele y el sonido de los gusanos revolverse bajo la raja del cuello emana...