Habladurías
Habladurías
Aquí estoy, sentada tranquilamente, mirando la página en blanco. No puedo evitar que venga la noticia a mi mente. Me gustaría crear la belleza color de rosa y fantasía que tanto gusta a la gente, pero a veces la poesía más pura está en esa realidad negra que nos negamos a mirar.
Es irónico que diga esto, pues detesto mirar las noticias. A los cinco minutos ya siento una mezcla de tedio y asco terrible, pero el mundo y nosotros, sus habitantes, somos tan morbosos que nos encanta regodearnos en nuestra propia mugre, como cerditos de caricatura.
Claro, es necesario que cada cierto tiempo revise, sobre todo cuando te llega un whatsapp en que critican tal o cual noticia; ahí el silencio, mi desgraciado colega, esconde mi ignorancia y mi rabia. Lees que alguien muere en elecciones universitarias y... ya creo que lo mejor es callarse ¿Que es indignante que por obtener un futuro mejor pongas tu vida en peligro? Sí ¿Que es frustrante que la pobreza te encadene a una perpetua ignorancia o a una educación de quinta? Absolutamente; pero ¿Quién no sabe esto?
Lo interesante de estas novedades es cómo son el foco de atención de periódicos, noticias, Facebook y grupos de whatsapp durante un instante fugaz, sólo para que a los dos, máximo tres días, se convierta en tres párrafos en la octava página de un periódico gratuito que no ven ni los vagabundos que los usan de sábana. Así, lo que fue la novedad del momento cae ante las metidas de pata de los famosos. Esa noticia que causó tantos gritos y gargantas rasgadas sólo la mantienen fresca las lágrimas de una madre, esposa, hija... en fin, de los hombres y mujeres que sintieron la sangre y/o el dinero derramado.
Me han dicho tantas veces que es malo evadir la realidad, y me gustaría que este mundo de locos dejase de ser tan hipócrita y la viese, por eso escribo. Soy un pobre perro, ladrando bajo una tormenta. Y lo lamento por esos amigos y familiares que se detienen a oír mis ladridos. Gracias igualmente, por darme la limosna de su tiempo y ver esto. Al menos escribiendo no pierdo mi saliva. Y quién sabe si en un futuro, cuando finalmente hayan autos voladores y perros (de cuatro patas y cola) que hablen, alguien leerá este fósil y le encontrará sentido a mis desvaríos.
Yanil Sabrina Feliz Pache
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