Apátrida
Apátrida
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Vivimos en este planeta llamado por alguien Tierra. Sinceramente, creo que esa frase dejó de ser cierta en el momento que nos inventamos las fronteras y las naciones. Tener un techo y un sitio al que llamar "hogar" es maravilloso, pero también el poder conocer otras culturas y territorios sin tantas barreras.
Aunque siempre soñé con viajar y conocer el mundo, nunca lo creí posible; mas soy y no soy dueña de mis pasos. A fuerza de salvar mi vida, la vida me arrastró a lo desconocido. Sin darme cuenta cómo ni cuándo, me vi adaptándome a un lugar al que tendría que llamar "casa". Todo parece difícil al principio, pero el tiempo suaviza los golpes y lima las asperezas hasta que te vuelves una pieza que encaja casi a la perfección. Sí, mi piel es más oscura y mi lengua (que, por cierto, he tenido que adaptar) es diferente, pero he tenido la fortuna de hallar personas que ignoren mis "peculiaridades".
Llega un momento en que estando en un país hablo del otro y viceversa; a cada sitio le encuentro elementos que se vuelven raíces; descubrí que el sitio del que todos se quejan nunca fue tan malo y que el supuesto paraíso tiene sus defectos; y me di cuenta que no importa en cuál esté, estoy feliz y nostálgica; es casi como tener un pie en cada uno, sin poder separar ninguno del todo. De todos modos, no hay lugar cono el hogar, mi tierra; es este el sitio donde mi lengua va su ritmo natural, donde todo es familiar y donde (desgraciadamente) los conflictos se viven con total y natural intensidad.
Creo que mi mayor descubrimiento es una nueva convicción: quiero ser apátrida, sin un sitio fijo. La Tierra es mi patria, mi familia la de mi corazón; mis amigos los que me acojan como soy; mi destino aquel que marquen mis pies. Estoy orgullosa de ser de esta bella y rota nación, con sus altos y bajos, pero no por ello dejo de ser humana como cualquier otro humano atrapado entre límites. No quiero que una palabra, una denominación de origen me separe de grandes personas, mentes y culturas. Pocos placeres hay tan buenos como degustar y apreciar la enorme variedad que tenemos en este pedacito del universo. Hay que aprovechar la corta vida para conocer lo más posible.
Ya nos veremos, hermano humano.
Yanil Sabrina Feliz Pache
Llega un momento en que estando en un país hablo del otro y viceversa; a cada sitio le encuentro elementos que se vuelven raíces; descubrí que el sitio del que todos se quejan nunca fue tan malo y que el supuesto paraíso tiene sus defectos; y me di cuenta que no importa en cuál esté, estoy feliz y nostálgica; es casi como tener un pie en cada uno, sin poder separar ninguno del todo. De todos modos, no hay lugar cono el hogar, mi tierra; es este el sitio donde mi lengua va su ritmo natural, donde todo es familiar y donde (desgraciadamente) los conflictos se viven con total y natural intensidad.
Creo que mi mayor descubrimiento es una nueva convicción: quiero ser apátrida, sin un sitio fijo. La Tierra es mi patria, mi familia la de mi corazón; mis amigos los que me acojan como soy; mi destino aquel que marquen mis pies. Estoy orgullosa de ser de esta bella y rota nación, con sus altos y bajos, pero no por ello dejo de ser humana como cualquier otro humano atrapado entre límites. No quiero que una palabra, una denominación de origen me separe de grandes personas, mentes y culturas. Pocos placeres hay tan buenos como degustar y apreciar la enorme variedad que tenemos en este pedacito del universo. Hay que aprovechar la corta vida para conocer lo más posible.
Ya nos veremos, hermano humano.
Yanil Sabrina Feliz Pache
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