Reflexiones desde mi otra cama


Extranjero….

Tenía razón Rafael Amor: es una palabra triste.

Mi tierra me sabe sabe a canas de abuela, a olor a café con crema después de comida, a vida después de la muerte; a embarazo adolescente, a machismo cotidiano, a quejas que salen cual arañas negras de debajo de las piedras.

Mi tierra me sabe a sonrisas y besos, a brisa de verdadero invierno, a paseos en solitario a las nueve de la noche; a lucha, a contraste, a una dualidad que no me pertenece.

Ser extranjero es mantenerse a la espera de de una declaración de persona non grata; sin querer ya lo hizo un gobierno que me puso 199.1 pegas para llamarlo mío ¿No lo hicieron ya las 20 voces que me lo afirmaron?

Es sentir un pinchazo en el corazón cada vez que digo “estoy en casa” ¿Eso se llamaba traición?

Es ser (o digamos mejor sentirse) un pez fuera del agua, nadando entre lo grotesco y lo exótico. Cada vez que me aclimato, el Atlántico me recorre la columna y vuelve la confusión.

Ser extranjero es que te amen tanto que no te quieran de vuelta; y mirar espaldas que acortinan lágrimas del tamaño de canicas. Ahí es cuando empiezas a abrazar la palabra e intentas cambiarla para que duela menos.

¿De dónde soy? ¿Soy de donde nací? ¿Soy de donde morí? ¿Soy de donde volví a nacer? ¿Soy de donde moriré?

Estas fronteras me llaman extranjero. Yo no quiero serlo. No quiero ser de dos tierras creadas por el hombre, sabe Dios si seré de más.

Soy de mí mismo. Soy de mis pasos. Soy del tiempo que llevo a las espaldas. Soy del futuro que deseo. Quiero algún día ser de mi amor y de mis hijos; de mi pasión, de mis letras, de mi sonrisa y de mi pecho. Cariño le tengo los suelos que piso, pero ya me cansé de que limiten el ancho de mi risa.

Soy del presente.
Punto y futuro.

YSFP

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