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Mostrando entradas de julio, 2018

Reflexiones de verano

Reflexiones de verano Cuando era pequeño, le tenía miedo a los payasos. No me pregunten por qué; no sé si era la nariz roja, la cara en general, la risa estridente, o todo en conjunto. Ahora ya no me dan miedo, sólo me fastidian. Para ser sincero, preferiría mil veces seguirles temiendo antes que temer a lo que temo hoy día: miedo a la soledad, miedo a la muerte, miedo al fracaso, miedo al rechazo de un mundo que, al fin y al cabo, le da igual quién sea o qué haga mientras no les afecte, y a quienes le importe, no deben clasificarse como parte del "mundo". Aquellas tardes de verano cuando todos hacen lo que les place y uno se queda en la cama bañado en sudor y vagancia (no me gusta la palabra pereza, me suena muy pecaminosa), son momentos fantásticos para reflexionar y soñar despierto; fue en una de esas cuando me di cuenta de algo: no son esas cosas las que me dan miedo, es el miedo en sí lo que me da pavor. El miedo me paraliza hasta la médula, me agarra como un m

IDFK

IDFK No sé si debería decírtelo. Bueno, deber, debo, pero no puedo decir lo que no entiendo. Es que es tanto que es poco si me pongo a pensarlo. Me miras como si estuviese loca, cuando sólo soy víctima de mi cansancio. Pues sí, estoy cansada: las emociones agotan más que la maratón que hiciste en primavera o que la desvelada en temporada de exámenes. Hasta la bondad me parece un trabajo titánico hoy en día. ¿Sabes que pensé en graparme las orejas? O coserlas tal vez; como ya me ha saturado el dolor, creo que no sentiría la aguja bailando gimnasia rítmica en mi carne. Agota tanto escuchar, oír, oír y escuchar, ignorando comentarios tan inocentes que hacen daño o noticias tan viejas que reabren llagas viejas. Súmale el tener que espantar memorias viejas como a los mosquitos que me roban el sueño las noches de verano. Pues sí, llegan días que tu interior está revestido por una neblina densa, mientras tu exterior refleja la belleza de un día de vacaciones.  Al final, no sé s