Armando el rompecabezas
Armando el rompecabezas
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Ya no recuerdo qué día fue. Se me olvidó completamente el instante en que todo se desmoronó. Y todo era yo.
Las piezas se dispersaron, se perdieron, se desvanecieron. Piezas que encajaban a la fuerza tarde o temprano se dispersarían.
Y así es como quedé en la nada. Un simple algo sin forma verdadera. Frustración para quien lo mire y misterio para sí mismo.
En la nada quedé ¿Yo? ¿O algo? Una forma sin forma, un ente sin ente; una simple nube vaporosa flotante en medio de un bosque infinitamente sombrío.
Pero la nada que fue algo nunca será nada. Suena confuso para todos menos para el que lo ha vivido. La nada que fue algo se cansa de ser irreal, invisible. Quiere volver a ser, porque la existencia es un dolor por el que vale la pena pasar, pues es mucho el placer que oculta; si no valiese la pena ¿Por qué existiese la existencia?
Con no se qué herramienta sacada de mi algo, corté los árboles, desmantelé el bosque. Sólo así podría crear algo de la nada y con la nada.
Y con los trozos de madera, ahora iluminados por una luz verdadera, construí mis piezas: las que ya tenía, las que siempre tuve y nunca lo supe e incluso unas nuevas.
La madera antes negra ahora resplandecía. Mi propio algo la hizo resplandeciente, vibrante. Mi propia esencia le dio vida; raíces brotaron del rompecabezas armado y se aferraron como nunca a mi algo. Un ente nuevo para todos y para nadie; un nuevo que siempre estuvo allí, del que nadie sabía su existencia.
A medida que el ente se mueva, los colores irán llenando las piezas. Y el rompecabezas armado ya no será ciencia ni ingeniería: será arte viva para el mundo que lo mira y para el ser que la alimenta.
Yanil Sabrina Feliz Pache
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