Varados

Varados

Gandhi- pensador indio
Aquellas almas en pena simplemente estaban. No, no estaban realmente. Yacían, existían, en medio de una nada con más "algo" que ellos. El aroma a sal de lágrimas y mar era casi agobiante.

Se encontraban, casi que literalmente,  entre la enorme espada de la guerra que masacraba su nación y la pared de las espaldas internacionales. 

Hombres, mujeres y niños, varados en medio del océano. Mirando en todas direcciones.

Raj miraba fijamente a Milo. El niño, su hijo, no movía la vista del suelo del bote. Llevaba horas así. Nala , su mujer, miraba el hogar partido (si se puede decir que miran unos ojos llenos de llanto). El rugido de su estómago fue más fuerte que sus cabilaciones.

Tocando el hombro de su mujer, le pidió algo de comer. Ella sacó un pan casero del interior de un saco viejo que logró llevar con ella. Lo partió y se lo dio a su marido. El estado de shock era tal que ni se enfocó en Milo. Raj le colocó un trozo del pan tibio y sabroso (su mujer hacía un pan muy suave y bien sazonado) frente a la cara al pequeño, quien se negó.

-Eh- le dijo Raj al niño- ¿Qué miras?
-Nada- respondió sin mirarle.
-Llevas horas así ¿Por qué no miras a otro lado?

El niño, sin desviar los ojos ni por un segundo, le dio una respuesta que le heló la sangre.

-Porque si miro a donde mamá, miraría hacia casa y sé que no podemos volver. Si miro a donde miras tú, me da miedo porque no sé qué hay allá. Y si miro a otro sitio, me duele mucho porque no hay nada. Prefiero mirar al suelo, porque es lo único que tengo seguro ahora.

Raj no entendía como su hijo, con sólo 10 años, podría sorprenderle tanto. Y no sólo a él. Todas las cabezas a su alrededor se bajaron como por acto reflejo. Algunos gemidos se escucharon levemente sobre el rumor de las olas. Y ya ni la bruma de la noche que se acercaba era tan oscura y tenebrosa como la niebla de la verdadera incertidumbre.

Yanil Sabrina Feliz Pache

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