El reino del papel

El reino de papel

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Un compañero imprescindible para mis viajes largos es un buen libro: me gusta hacer dos travesías a la vez. Me zambullo en el mundo de la mente del autor y sus personajes; cuando me canso, lo hago en el del paisaje real tras la ventana o el de las personas que comparten ese instante conmigo.

En verdad, me gusta leer en casi cualquier momento. Es para mi uno de los pequeños grandes placeres de la vida. La lectura es mi droga: llegué a ser adicta a ella, al punto de ser casi una Quijote sin armadura. Pero tuve que reducir su dosis ante la potente sustancia de la vida. Lo mejor de ella es que puedo combinarlas a ambas. 

Uno de esos detalles que lo hace más delicioso para mi, el leer, es el libro físico en sí: el aroma a libro nuevo o viejo, la sensación de la página entre mis dedos, su peso sobre mis piernas y su magia ante mis ojos. A veces me gusta sentarme con un libro en el regazo y una bebida caliente en las manos, sentada frente a una ventana en mi habitación... da una especie de ilusión, te sientes como personaje de película o spot publicitario.

Estamos en el siglo XXI: la tecnología va expandiéndose. He de admitir que ello ha sido una bendición para el mundo de los bibliófilos. Además de que es un bálsamo para la billetera adolorida, la lectura digital suele ser más práctica ¿O con qué otra palabra describir la idea de portar más de 2,000 textos en un pequeño dispositivo? El tesoro de un amante de la lectura, tal vez.

Pero creo que pasará mucho tiempo antes de que el mundo de los ebooks derroque el reinado del papel: además de que muchos somos fieles súbditos de las páginas impresas, hay muchos intereses de por medio.

Reconozco y sé que, tarde o temprano, ocurrirá. No veremos a todo el mundo con un ebook en la mano (la lectura no es precisamente la actividad favorita a nivel mundial, lo cual es bastante triste) pero no veremos libros normales. Mientras la revolución de las máquinas acaba de hacerse material, yo seguiré disfrutando de mi placer.

Yanil Sabrina Feliz Pache