La parca
La Parca
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Morir ¿Realmente es posible? Yo no lo creo.
¿Puede desaparecer una persona cuya esencia perdura en mentes, almas y corazones? ¿Puede realmente considerarse que se ha perdido a un ser humano por el simple hecho de que un cuerpo ya no se mueva? ¿No es el cuerpo un cascarón que resguarda el tesoro más grande: la sustancia de la vida, muestra de algo mayor a nuestros pobres entendimientos?
Para mí, ahí radica la inmortalidad. Es ese fuego que no se apaga con el latir del corazón; el río que no deja de fluir aunque lo haga la sangre; el viento que se mueve pese a que los músculos se nieguen; la vitalidad oculta que no se quiebra con los huesos... Es estar eternamente en el mundo, no como carne sino como espíritu.
Incluso esas partes de nuestro existir que creemos fallecen mientras crecemos (la niñez cuando se crece, el abuso cuando cesa, la relación que termina, etc.) no lo hacen verdaderamente, pues viven como legado que nutre el ser y lo hace peculiar.
Cada lágrima derramada, cada beso entregado (y robado), cada sonrisa liberada hacen del alma un caleidoscopio de increíble belleza, la cual sobrevive al paso del tiempo y a la descomposición de un cadáver.
Así que ríe, llora, salta, cae, canta...disfruta de cada segundo que tienes. Porque cuando la Parca toque a tu puerta te plasmará en la eternidad con las experiencias que hayas adquirido, no más.
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