Perdón
Perdón
Qué fácil es hacer una herida. Cuando se trata de rasguños en la piel, moretones, caídas...es más obvio de ver y hasta difícil de hacer (si lo haces intencionalmente ya te puedes considerar "villano").
Pero...¿Y las heridas que no se ven? Esas no son tan evidentes (no siempre, depende mucho de a quién se le haga) pero sí que son fáciles de generar. La lengua puede ser más filosa que una navaja, las palabras más contundentes que un puñetazo, un gesto más llamativo que un empujón y una mirada más gélida que una quemadura con hielo.
No siempre somos conscientes del daño que podemos causar con nuestras palabras y acciones; y a veces lo somos (entonces verdaderamente se puede decir que se es vil). Un corte, una puñalada, un disparo...sí, pueden ser letales, pero cuando se tratan a tiempo pueden sanar, muchas veces lo hacen aunque quede cicatriz.
Mas no creas que es diferente con una llaga en el alma o el corazón. Cuando se lastima así, es como sembrar amargura; brotan gusanos que infectan a la persona y pueden repercutir en enfermedad.
¿Algo que puede ayudar? El perdón. Tanto pedir perdón como perdonar tiene muchas implicaciones. La principal es que ayuda a poner un parche. El dolor permanece allí, en el perjudicado, pero el peso del rencor se cae de la espalda y te permite caminar más libremente. El que pide el perdón se hace grande desde la humildad.
¿Fácil? ¡Para nada! Perdonar no es sencillo ni pedir perdón tampoco. En ambos casos implica bajar la guardia: para quien te lastima es olvidar el orgullo y reconocer que ha fallado y para el que perdona es aceptar la humillación o el malestar que se ha hecho. Pero lo que se consigue después no tiene precio.
La cicatriz queda como recuerdo, pero una vez cerrada y limpia es sólo eso: una marca. No una posible causa de rencor, venganza, maldad, enfermedad o muerte.
Yanil Sabrina Feliz Pache
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