Azul

Azul

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Navegué durante días en ese enorme mar sin rumbo.

Disfruté tanto tiempo del azul. Azul, azul y más azul.

Tanto que mis ojos negros se volvieron azules.

Y el azul se volvió agua que me inundó completa. 

Cuando me di cuenta, braceaba como loca en mi propio ser, arrancando bocanadas de nada, con esperanza de que la nada se volviese aire. 

Pero no lo hacía. No lo hacía.

Mientras más te angustias, más rápido caes.

El miedo es un yunque que agarras y precipita tu caída.

¿Y cómo se puede uno desprender de lo único tangible?

No sé en qué momento fue, ni de dónde rayos encontré un salvavidas.

Creo, o sé, que el fondo me llevó a la cima.

Cuando mi pie pisó el pozo llano, con la leve fuerza de una marea viva, subí lentamente.

No lo vi ni lo supe hasta que mi nariz se enfrió.

Al estar tanto tiempo bajo el agua, me hice una con mi océano.

Por eso, cuando sentí frío otra vez, supe que algo cambiaba.

Nariz, labios, frente, cara, cuello, cabeza...todo mi cuerpo.

De mis pies salieron raíces y nació una isla. Allí vivo.

Y veo que hay más islas. Un archipiélago de mundos e historias a mi alrededor.

No estoy aislada del mundo, ni el mundo de mi: hay puentes y estamos ahí.

Somos los que salimos del naufragio y que conocimos la Atlántida desierta.

Ahora construimos ciudades en la tierra: somos la tierra.

Espero que seamos tierra y no meras ilusiones.

Que aquellas lanchas tiradas a la deriva hallen su isla sin rozar la muerte.

Yanil Sabrina Feliz Pache