Las bestias con rostros humanos



Las bestias con rostros humanos




Tras barrotes de acero, en cajas de concreto, yacen seres humanos. 

Sus carceleros los van transformando: de hombres a seres, de seres a bestias y de bestias a nada. Algunos ya eran salvajes al momento de ser encerrados, algunos cayeron por los empujones del mismo mundo llamado libertad.

Pero nunca fue libre. Siempre fue prisionero del hambre, del frío, del miedo, del poder, de la sangre, de deseo... él y todos, meros esclavos. Y ahora sus cadenas se podían tocar.

Comidas míseras, miedo y putrefacción, caldos de cultivo para enfermedades físicas y mentales. Una cosa es el castigo y otra el asesinato. Muchos de los que ahí están ya poseen ese título. Pero ¿No lo son sus carceleros? ¿No muere el hombre cuando le quitas la libertad y las ganas de vivir? 

Juan, Pedro, Jacobo, Samuel, Carol... las letras se convierten en números y la identidad se vuelve monocromática: color naranja fosforescente, azul o el color que la prisión encuentre más fácil de ver desde el cielo o el fondo de un lago.

Cierto es que pocos allí son inocentes encerrados por error. Pocos, tal vez ninguno. Pero todos somos poseedores de culpas. Aunque las nuestras no sean tan graves, no nos vistamos de santos sin aureola que complete el traje. 

Un prisionero no deja de ser un humano. Y muchos están allí precisamente por errores de humanos. 

No estoy de acuerdo con la pena de muerte. Por eso mismo veo  mal que se asesinen a seres vivos constantemente o que se les acerque a los brazos de la muerte. Les llamamos bestias pero al silenciar y permitir que ocurran esos actos ¿No lo somos nosotros mas? ¿No mereceríamos acompañarles entonces?

Yanil Sabrina Feliz Pache

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