El rugido de la fiera

El rugido de la fiera



Les da miedo mirar ahora ¿No es así?

Desde que fui pequeña, era rebelde, una fierecilla. La bondad en mi está más que clara (siempre lo estuvo) pero eso no quita un lado bestial, parte de mi naturaleza. 

Como lo veían peligroso, cortaron mis garras, nunca me enseñaron a rugir, nunca me lo permitieron. Cortaron mi melena, me acicalaron y domesticaron. Más que sólo eso: me entrenaron para el circo; me enseñaron a hacer todos los tontos pasitos de baile y las piruetas, a atravesar el aro en llamas y a recibir recompensas por seguir sus órdenes.

Conformismo, obediencia. Decían que deseaban hacerme parte del grupo, cuando la intención es que estuviese sometida a la voluntas imperiosa del mismo.

¿Sabían que las garras vuelven a crecer? ¿O que mi rugido, la esencia de la "bestia" estaba dormida (no muerta)? 

Pues así es. La bestia estaba en un sueño forzado.

Y ustedes la despertaron. Tantas piruetas, pinchazos, órdenes de sentido enclenque... fue como si el príncipe de "La Bella durmiente" la hubiese despertado con una bofetada.

Así, mi parte salvaje rasgó la tela y rompió los barrotes. Atacó a sus opresores, ella puso el orden. Cuando se liberó, retornó a un rincón tranquilo y se puso a descansar. 

Al menos ahora ves no es posible domarla del todo.  Es sólo una parte mía, no todo yo. Sólo sale cuando es necesario. Más necesario si es atada.

Deja que ella salga de vez en cuando. Déjame ser auténticamente peligrosa; que se libere la tormenta para tener una calma más auténtica y de mejores aires. Mejor aún. No intentes domarme. Acompáñame sin controlarme: y cuidado, no quisiera lanzar un rugido que te rompa el tímpano.

Yanil Sabrina Feliz Pache

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mentiroso mentiroso

No me cortes las alas

Querido yo