Atar el nudo

Atar el nudo

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Es difícil hablar del amor cuando no se ha amado. Más que difícil imposible. Todo ser humano ama: se ama a una madre, a un padre, a un hermano, a un amigo... pero no es igual a ese amor apasionado que vuelve nuestra cordura una mera hoja de papel en llamas.

Yo he amado. En el pasado, he navegado en ese mundo etéreo; pasado que es pasado y no murió para ser presente. Y, aunque mi único amor en este momento es a Dios y a la vida misma, no sé si haya olvidado completamente la llaga de la flecha extirpada. 

Aún así, quiero intentar hablar de ese mundo, por los que aún están allí. No con la ponzoña en los dedos de un espíritu despechado. Más bien con las palabras tiernas y melancólicas de una escritora aficionada. Adentrarme a esa parte desconocida en que la flecha se encarna en los dos amantes y los hace inseparables.

La diferencia entre presentarse como novios a esposos es abismal. No por la morfología, la sintaxis ni la fonética de la palabra. Es más que una letra más o menos. 

Lo importante de una propuesta no es el tamaño o brillo de un anillo, si es de diamante o imitación, si la canción es de la primera cita o el primer beso ni si ocurre en un restaurante 5 estrellas, bajo la luz de las velas o en la sala de su casa bajo la luz de una bombilla de bajo consumo.

Un matrimonio une a dos personas en un nivel que supera lo económico y lo social. Aquí no me meto en asuntos anarquistas ni religiosos: no me refiero a pérdidas de libertad, formalismos sociales o si se hace por alegrar a familia y amigos pesados.

Cuando él pone la rodilla en el suelo y coloca el anillo en su dedo, cierra un círculo de memorias agrias y dulces; cada molécula de ese anillo no suma los billones de besos, lágrimas, risas y palabras escritas a medianoche. 

Muchas personas se adentrarán a ese nuevo mundo, esta nueva etapa. Eso no significa que no habrán más momentos de tensión y pesar. Pero también habrán muchas nuevas alegrías y aventuras. 

No quiero extenderme ni enrollarme en asuntos que ahora desconozco. No puedo poner a esto mis juicios de valor, pues no sé qué valen aún para mi. Sólo puedo felicitar a quienes han dado el primer pequeño paso hacia allá. Y esperar a ver qué me deparan mis dos grandes amores a mi.

Yanil Sabrina Feliz Pache

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