Mirando la otra cara

Mirando la otra cara

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Cuán bello es el amor, cuán cruel el odio. 

Es muy fácil amar desde el aprecio y reconocimiento de las virtudes del ser deseado, querido. Así mismo, no cuesta nada odiar al enemigo, convertirlo en un monstruo viciado en defectos.

Pero ¿Alguna vez has cambiado la perspectiva de ambos panoramas?

Hasta la rosa más hermosa tiene espinas. Esa persona a la que idolatras y ves como compañero de toda la vida, ya sea amigo, pareja, quien sea tiene un lado oscuro, tal como lo tienes tú. Muchas veces eres capaz de recalcar tus defectos pero con esa persona eres incapaz de hacerlo. Cuando la ocasión de hacerlo se presenta se te hace un nudo en la garganta y tu mente se tiñe de blanco. Y no es que no lo sepas, es que no lo deseas decir porque temes tanto el rechazo, la soledad y la pérdida de esa pieza de tu vida, que prefieres ponerte una venda que hasta tú sabes que no sirve de nada.

Y no te olvides que aún de las sombras puede verse un rayo de luz. Mira de nuevo a esa persona que has endemoniado. Mira fijamente sus ojos, ve sus actos, habla con sus conocidos y te reto a que me digas sinceramente que no ves nada bueno en esa persona. Si al igual que tú tiene gente que le hable y no le tema, y que cuando entra a una iglesia no le arrojan agua bendita, probablemente es porque tenga virtudes, cosas buenas que hasta pueden ser iguales a las tuyas.

Si sólo ves lo bueno del que te ama, te arriesgas a una decepción que te rompa el corazón. Si sólo ves lo malo de tu enemigo te puedes dar una sorpresa al notar que es más parecido a ti de lo que creías. Cambia los ojos con que miras a esas personas sin olvidar los sentimientos que llevas de ellas. No es odiar al amado al recordar que es humano ni hacerse iluso frente al enemigo al ver que no salió del infierno. Es abrir el campo de vista para así amar verdaderamente y aprender a respetar, incluso apreciarlo.

Yanil Sabrina Feliz Pache

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