Triste asesinato
Triste asesinato
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Sus manos aún tiemblan a causa del homicidio. No supo convivir con ella y eso la mató.
Fue silencioso, sin sangre caliente que manchase su atuendo radiante, sin miramientos, sin súplicas explícitas, sin palabras...salvo por esa pregunta lanzada con el último aliento de la víctima:
-¿Me quieres?
Eso fue lo que lo trastocó. Esas dos palabras revestidas de un tono inquisitivo le persiguen aún a día de hoy. Y en su mente se atropellan mil razones:
-Es que no podía ser; en una fiesta elegante no puedo tenerte a mi lado; eres un tedio en tantas ocasiones, me acarreas muchos problemas en estos momentos...
Mil excusas para cubrir la respuesta que él conocía.
Cuando iba a atacarla estaba sumamente confiado. La gente le impulsaba, con sutiles indirectas, a que lo hiciese.
-¿Qué está haciendo aquí?- se preguntaban muchas veces al verla llegar; él, con bochorno, decía que era su amiga. Como única respuesta recibía miradas reprobatorias.
Sí. A veces era una piedra en el zapato. Pero una vez cometido el crimen vio que la piedra era un apoyo y no un lastre. Cada día sin ella iba viendo que su vida era como una máquina que ya no funciona correctamente. Podía caminar, hablar, trabajar y no ser juzgado pero ya no era feliz. No podía reír libremente, disfrutar de las pequeñas cosas, sorprenderse con lo conocido como si fuese la primera vez...ya nada le llena.
Es como si el cuchillo, en vez de haberlo clavado en el frágil y desnudo pecho de su infancia, hubiese perforado su penoso corazón adulto. No llora por haberla matado, llora por no saber cómo recuperarla, por sentirla perdida para siempre. Si tuviese aunque sea un trozo de su espíritu...
"¿Crees que es posible vivir de esa manera". Es la pregunta que se hace mil y un veces en voz alta. Una pregunta que se responde al instante: no.
Ahora está condenado a perseguir a un ser ausente. Debe cazar un fantasma; y lo peor es que el mismo está parado frente a él. Pero su pena ahoga los gritos de su infancia.
Yanil Sabrina Feliz Pache
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