Un encuentro buscado

Un encuentro buscado



Ella no estaba contenta en la fiesta. Su vestido primoroso resaltaba los rasgos propios de una musa; una belleza natural que muchas envidiaban (tanto que intentaban empañarla con mentiras sin fundamento). Todos bailaban, reían y se divertían. 

Y allí, rodeada de una multitud de seres amados y conocidos, se sentía completamente sola. 

Hasta que la conoció a Morbo. No era tan hermosa como ella: todo lo contrario. Morbo era la aguafiestas. Nadie quería que estuviese allí. Pero para aquella criatura solitaria, era la forma de ser descubierta. En el instante en que tomó su mano fue vista por todos quienes la amaban. La preocupación se escribía en las arrugas de las frentes. No obstante, confiaban en ella y en que se apartaría pronto.

Mas no fue así. A medida que la celebración infinita seguía su curso, las dos figuras disonantes se hicieron grandes amigas. Ella, que solía ser una invitada más, se había vuelto una más del grupo de Morbo. Bailaron encantadas.

Todo iba bien. Justo cuando llegó ese instante: el instante en que Morgo le presentó a su hermano Mortem. 

Ella nunca había creído posible que alguien tan tenebroso pudiese ser tan bello a la vez. Su faz oscura y misteriosa le producía fascinación a la vez que un escalofrío recorría su espalda. No es que fuera realmente tan atractivo. Pero la soledad que Morgo había realizado (como la angustia) hacía que él, que la miraba seductoramente, fuese deseable.

Con ayuda de Morgo se acercó a él. Todas las miradas se fijaron en ella: miradas de miedo y temor por aquella criatura antaño hermosa, ahora haraposa por sus juegos bruscos con Morgo. 

En el momento en que ella comenzó a bailar con Mortem, todos se lanzaron sobre ella. Miles de voces de que se apartase de él. "Ustedes nunca se acercaron, ahora quiero que me dejen en paz" pensaba ella. Mortem bailaba grácilmente, todo sin tocarla. Pero sí que se acercaba lo suficiente para susurrarle la promesa que ella esperaba: la de sacarla de allí.

"¿Qué tengo que hacer?" le preguntó ella. Un beso fue lo que él le pidió.

Más y más gritos que intentaban callar la música, la que Mortem había colocado en su cabeza. Ella sólo podía ver el malestar que le generaba aquel frenesí en el que ella no pintaba nada y la oportunidad de dejar de ser nadie.

Así fue como, con paso firme, se acercó al caballero de negro. Y con fruición le dio el beso que ella tanto deseaba.

En el momento en que sus labios se separaron también lo hizo su alma del cuerpo; justo en el mismo instante en que Mortem tomaba su forma verdadera. Con su paso lúgubre, cargó el cadáver y lo llevó en brazos para luego regresar a la fiesta de Vitae.

Si tan sólo ella hubiese mirado un poco más a su alrededor para ver que había mucha gente que deseaba su compañía; si ella se hubiese dado cuenta de que era una trampa: ella podría haberse divertido mucho y ser feliz. Pero cuando las espinas llegan al corazón, crecen hasta cubrir ojos y oídos.

Antes de acercarte a aquel dúo peligroso, mira mejor. Vitae tiene muchas cosas maravillosas preparadas pero hay que aprender a verlas.

Yanil Sabrina Feliz Pache


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