El empático
El empático
La falta de empatía que invade nuestro mundo tenía a la hechicera cansada. No era un mundo, ni un país. Ni siquiera una ciudad. Eran millones de universos que giraban en torno a sus propios ombligos.
Pero aquel hombre, que se hacía llamar John, fue la colma que derramó el vaso. Aparcó su coche sobre la acera, dificultando el paso de muchas personas. Arrojó su basura al suelo y pasó. Cuando entró a su tienda, como un completo excéptico que buscaba algo de diversión, ella sintió asco. En el momento en que lo tocó, la sensación se intensificó. Tanta prepotencia en un sólo cuerpo ¡Buah!
Estaba tan harta, que se decidió a hacerle un encantamiento, sin que él se enterase.
John salió de la tienda muy confiado de haber desmentido a sus amigos. Se sentía completamente normal. Pobre iluso.
Una frase lo desencadenó todo. Una pregunta para ser exactos. Cuando John llegó a casa, a una de sus típicas discusiones de una persona, donde sólo su esposa se quejaba del cansancio, la pregunta de siempre, ese día fue su perdición: "¿Cómo crees que me siento?".
De inmediato, John sintió agotamiento, hastío, como si hubiese cargado con un peso enorme todo el día...justo lo que su esposa le había descrito (aunque nunca decía nada, de tanto oírlo ya lo había memorizado). Tartamudeó y fue a recostarse.
A medida que pasaban los días, se dio cuenta que algo no estaba bien. Algo era diferente.
Todo lo sentía. El cansancio del vendedor de periódicos, el miedo de la mujer a la que casi atropella en la mañana, el hambre y desesperanza del mendigo de la esquina, las lágrimas de su hijo cuando le dijo que no jugaría con él o las ira y tristeza de su mujer cuando, tras 8 horas de trabajo duro, él le pedía una cerveza.
Todo le dolía, el mundo que lo rodeaba se hacía presente en él. Su ombligo era ahora un agujero negro, absorbiendo las emociones y circunstancias externas. No había escapatoria. Dondequiera que fuese había otro ser humano o ser vivo. Y todo lo que él hacía o dejaba de ser les afectaba.
Eran tantos los insomnios y pesares, que se decidió a visitar a la hechicera de nuevo.
-¿Qué me hiciste? ¿Qué hechizo maldito me hiciste?
-Te concedí el don de la empatía. Necesitabas eso mucho más que una lectura de la mano.
-¡Quítame esto! Ya no puedo dormir, no puedo comer, no puedo hacer nada. Ten piedad.
-No puedo darte la piedad que no has sabido construir. Debes hacerlo sólo.
-¿Cómo?
-El hechizo se romperá cuando aprendas a ser empático.
John salió abatido. Hizo el mejor esfuerzo por entender cómo podría hacer lo que nunca aprendió. Desde siempre le enseñaron a luchar por él mismo, sin importar nada: el éxito es lo más importante.
Le costó mucho lograrlo. Muchísimos errores y dolores. Todo hasta una noche típica, tan típica como la que lanzó el hechizo. Su esposa le gritaba enojado. Sentía su rabia, pero tras la rabia había dolor. De repente, una especie de luz se encendió. Se colocó en su situación y comprendió el dolor que ella (y él) sentía.
La abrazó y le susurró al oído: "Entiendo cómo te sientes. Perdóname, he sido un idiota". Ella comenzó a llorar, le perdonó y permanecieron encadenados en un dulce sentimiento de comprensión y misericordia.
John siguió comportándose de esa forma, pese a que aquella noche el hechizo se había roto. Sin darse cuenta, estaba creando una poderosa cadena. La hechicera no podía hacer eso con todo el mundo. Pero con ayuda de John, al menos algunos cuantos estaría mejor; podrían haber más universos de más de una persona.
Yanil Sabrina Feliz Pache
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