Como debe de ser

Como debe de ser

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Padres queridos, el árbol del que provengo. 

Me han visto desde que soy simple semilla; pequeña e indefensa. Me han nutrido y ayudado a crecer. 

Aunque lo que sentimos los hijos es grande, no es tan fuerte como lo que siente una madre o un padre, que ven al retoño como una parte de su ser (en cuerpo y alma) personificado en otra persona completamente diferente, todo a la vez. No hablo sólo del dolor desgarrador de la madre en el parto, sino también de las noches de desvelo. O incluso de esos padres que no están unidos a los hijos por lazos de sangre, pero sí por los de una entrega invaluable a convertir a sus criaturas en personas hechas y derechas.

Por eso sufren tanto y se enojan tanto. Les molesta ver reflejos de sus propios defectos. O algunos que no poseen pero que saben son peligrosos.

El amor es tan grande como el peso de la deuda. Muchos hijos sentimos que nunca podremos pagar los sacrificios hechos en el pasado. Pero he aprendido con el paso lentamente fugaz de los años, que esta recompensa no se paga con dinero ni con sacrificios penosos. La mejor recompensa para un padre es la felicidad y el éxito de su hijo. Sé que quieren que sea una persona autónoma (aunque eso no quita que les apene verme partir).

Quiero ser yo quien en unos años cubra sus hombros con una manta, y no que en unos meses ustedes cubran mi cuerpo con una mortaja. Quiero darles caldos cuando sus dientes no puedan masticar más y no que ustedes deban prepararme todos mis alimentos porque yo no pueda parar. Quiero que nos amemos en este instante con un abrazo tras los reproches típicos; y no que nos separemos fríamente, como extraños.

Nunca dejaré de ser su bebé y al mismo tiempo tengo que dejar de serlo. En un futuro el tiempo jugará las cartas y será entonces cuando deba cuidarlos; no ahora que sigo siendo inocente en medio de la madurez, ahora que  no me he dado suficientes golpes de sabiduría.

Ya llegará el momento en que se inviertan los papeles. Mientras, haré lo mejor que puede hacer todo hijo: estar agradecido por la suerte que tiene de tener dos seres que lo amen incondicionalmente, como el amor divino.

Yanil Sabrina Feliz Pache