Somnia

Somnia

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Azul. Todo azul. La lluvia que caía, los árboles, la calle y los baches llenándose de agua...todo de una especie de azul ultramarino. 

Caminaba (aún en los sueños me encanta caminar, no correr bajo la lluvia) tranquilamente. Quería llegar a casa, pero no sentía desesperación. Era una extraña paz cargada de melancolía.

Me paré frente al portón de metal. También azul. Quería abrir pero no podía hacerlo: no estaba sola, alguien estaba junto a mi. Alguien o algo.

Sentí miedo. Tenía la fuerza como para abrir el portón mas no era liviano. Si lo abría, la persona tras de mi podría entrar conmigo y hacerme daño, a mi y a mi familia que descansaba en el calor de la casa.

Tenía que verlo. No tenía ni idea de con quién o con qué me encontraría. Puede que sólo fuese un vecino que se acercaba, tal vez me viese con un cañón de pistola entre mis ojos. Ni idea. Pero tenía que hacerlo mientras tuviese la oportunidad.

Vaya sorpresa. Mi "enemigo" no era humano. Allí, sentado sobre sus patas, un hermoso perro azul. No sé realmente si su pelaje era azul o si solo se confundía con el agua que lo cubría. No recuerdo su raza, pero era un perro grande (nada exagerado).

Siempre protegen a los niños de los perros grandes por temor a un ataque. Pero yo no le tenía miedo. Lo que sentía por él era pena; la forma en que sus enormes y brillantes ojos me miraban, me suplicaban. El animal hablaba directamente con mi alma, transmitiéndole su frío y hambre. 

Sí, quería entrar conmigo. Recibir un poco de calor, comida y mimos. Yo quería llevarlo adentro pero no podía hacerlo. Mi madre se enojaría. Lo echarían a patadas y me golpearían. Me daría un sermón sobre enfermedades, mordidas, etc. Y lo peor es que el animal lo sabía...sentía su dolor traspasar mi corazón infantil y romperlo en mil pedazos.

Mis lágrimas se mezclaban ahora con la lluvia. Ahora yo era azul, tan azul como aquella supuesta bestia que se mimetizaba conmigo de alguna extraña manera...

Desperté bañada en sudor y con las lágrimas aún en los ojos. Ya nada era azul. Era negro: la oscuridad de mi habitación en la noche. Ya estaba en casa. Todo había sido un simple sueño. 

Entonces ¿Por qué me sentía tan... desamparada? 

Lo único que sé es lo que hice después. Traté de ignorar la desolación, cubrí mi cabeza y traté de dormir otra vez, ignorando a esa parte de mi que quedó empapada y con frío.

Yanil Sabrina Feliz Pache

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