Guerreras

Guerreras

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Ellas eran hermosas. Cada una distinta: algunas tenían lisos cabellos rubios como el trigo maduro antes de la cosecha, melenas negras como las alas de un cuervo o largos bucles color fuego. Sus ojos eran una maravilla: algunos recordaban la pureza de un estanque oculto en el bosque, las aguas majestuosas del océano. Incluso algunos se asemejaban a los de un gato o la luna llena. Pieles claras como porcelana o color aceituna...

Tenían tantos talentos: lenguas, amor a la naturaleza, agilidad...todo lo que se pudiese imaginar. Hijas, amigas, maestras, consejeras...eran muchas cosas diversas.

En ese caleidoscopio de rasgos había un nexo común: todas eran guerreras. El sufrimiento de la vida (el que no supieron o pudieron manejar) las hizo fuertes como rocas. El silencio, el malestar, el dolor, el miedo...todo se había acumulado en ellas formando una coraza, tan grande que impedía que sus emociones brotaran y que dificultaba el acceso al enorme corazón que poseían.

Cada una usó sus propias estrategias de combate frente a las embestidas del vivir: algunas preferían el silencio, así pasaban desapercibidas. Otras atacaban con rabia (enmascarando la tristeza). Unas usaban una máscara que impedía que el enemigo (incluso amigos) supiesen la verdad. Algunas, incluso, se hicieron maestras del engaño y del control para dominar lo que eran incapaces de dominar.

Pero los sentimientos encarcelados se vuelven veneno así como las palabras que no se dicen en el momento quedan clavadas a modo de espinas. Se fueron llenando de amargura, era cada vez más difícil tocar sus corazones y ver su verdadera esencia.

Los pesares las fueron ahogando hasta que aquello se hizo insostenible...

¿Cómo acaba el relato? No se sabe. Todas ellas empezaron a salir del pozo en que habían caído. Pero así como son de diferentes los son sus historias. Para algunas el esfuerzo es tal que prefieren quedarse en las sombras; otras siguen escalando, pero la pared es resbalosa y caen un poco. Otras siguen su ascenso sin parar, quitándose lentamente las capas de sus armaduras para que la subida sea menos ardua.

¿Llegarán? No lo sé. De algo sí que estoy segura. Si en el pasado se ha logrado ¿Por qué no ahora? ¿Por qué no intentarlo?

Yanil Sabrina Feliz Pache


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