Viviendo en los polos

Viviendo en los polos

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O un punto o el otro; subsistir en los extremos.

O la euforia desenfrenada rozando en el éxtasis o la depresión desgarradora.

O volar hacia el infinito sin dejar de aletear o hundirse en el fango profundo.

O el blanco radiante o el negro sombrío.

O el conocimiento absoluto o la ignorancia total.

O la calma sosegada del manso cordero o la rabia desbordada de la fiera rabiosa.

O la complacencia con todos menos con uno mismo o el egoísmo puro y verdadero.

O festines opíparos o hambrunas asesinas.

O la perfección absoluta o el abandono sin retorno.

O decir todo sin filtros o callar y sufrir.

O la confianza ciega que lleva a decepciones o dudar de todos y encerrarse en el miedo.

O emociones guardadas y corrosivas o expresadas cual volcán en erupción.

O la paz eterna o la guerra cruel.

O vivir por completo o morir y cesar con todo...

¿Qué elegir? Prefiero el equilibrio, el ying yang. No concentrarme en un extremo:

Elijo disfrutar de la alegría enriquecedora combinada con el inevitable sufrimiento momentáneo que me fortalece.

Elijo volar todos los días con los pies en la tierra.

Elijo desplegar la escala de colores infinitos.

Elijo conocer todos los días sabiendo lo mucho que ignoro y aplicando lo poco que sé.

Elijo ser sosegada  y tranquila pero poder desahogarme en su justa medida.

Elijo ser un alma caritativa sin olvidar serlo con mi persona.

Elijo disfrutar de la comida sin que ella me domine.

Elijo ser lo mejor de mí misma sin aspirar a ideales irreales.

Elijo expresarme plenamente sin que mi lengua se vuelva una espada asesina.

Elijo confiar con el riesgo a sufrir sin darlo todo a sabiendas del peligro.

Elijo mostrarme por dentro y por fuera.

Elijo convivir con el caos que implica la paz.

Elijo vivir plenamente tanto como la vida permanezca mi lado.