Lo siento...

Lo siento...

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Lo siento mamá por haberte herido, por haberte hecho el mal que te hice. Lo siento por desconocer a propósito el dolor que sentiste: el dolor de una madre cuando ve que una parte de su ser a la que no puede controlar se autodestruye lentamente. Por tratarte con desprecio, que aunque inconsciente, no te lo merecías. Lo siento por inculparte mis males, por hacerte responsable de parte de mi sufrimiento, cuando sé que sólo te sostenías al aire que da la desesperación y la rabia en la impotencia.

Lo siento papá por haberte lastimado. Por pensar que ya no era tu tesoro, tu princesa; volverme una mendiga cuando me colmabas de riquezas. Por olvidar los buenos momentos a tu lado, asentarme en la pena y arrastrarte a mi lado. Por hacerme ciega e insensible al calor paternal, a las charlas profundas y los momentos de amor e inocencia en medio del caos de la madurez.

Lo siento familia por apartarlos. Por malinterpretar que no sabían cómo manejarme; por ignorar que ignoraban cuando yo sabía que no sabían. Por invitar al sarcasmo, ponerme una máscara y recurrir a la huida ante la perspectiva de encontrarlos. Por las veces que fui seca cuando eran dulces y arisca cuando eran consejeros o firmes.

Lo siento amigos, que siempre me regaron de sonrisas y buenos momentos mientras me resguardaba bajo el techo de mi soledad. Por las veces que buscaron descubrir la esencia detrás del cuerpo y el corazón tras el cerebro. Por fijarme en mi meta y no en mis compañeros del camino a ella. A mis mentores, que me sostuvieron las alas cuando las empezaba a batir por no mirar atrás cuando alcé el vuelo.

Lo siento amor por haberte relegado al olvido. Por engañarte con mis penas. Por apartarte sin consciencia y negar que veía el final inminente. Por cerrar la puerta que habíamos abierto con tanto gusto y esfuerzo. Por dejarme anestesiar cuando mi corazón gritaba y dejar tu memoria en un rincón que recién se ilumina.

Lo siento a mí misma. Por machacarme y destruirme sin pedir ayuda. Por autoengañarme y creerme poderosa cuando sabía que no podía. Por hundirme en el fango y no buscar la salida. Por olvidar que yo soy importante y que la vida vale la pena.

Lo siento vida por olvidar que vales la pena.

Lo siento: pero es sólo una palabra, no mi disculpa. Es formalidad y escritura. Pero más que las palabras pesan los actos. Por ello, mi disculpa está en ser feliz. Porque es hora de que sea la protagonista de la obra, que asuma el papel que me corresponde: el de mí misma. Porque quienes me aman es eso lo que querían mientras me resguardaba en una caja de ignorancia fingida. A quien no le agrade pues...nada. A ese no le pediré perdón porque ya no pienso seguirme callando e hiriendo. La mejor cura para las heridas no sirve si no se aplica. Y para evitar que las palabras se las lleve el viento las asentaré con clavos de verdad: los del movimiento.Viviré.

Yanil Sabrina Feliz Pache

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