El hechicero

El hechicero


Malcolm X- activista estadounidense

Caminaba deprisa, casi que corría. Nunca había llegado tarde, no iba a comenzar ahora. Se aludía claramente la llegada del invierno: un aire cortante cual cuchillas. Pero, con las prisas, él apenas se daba cuenta.

Cuando llegó, el consejo estaba reunido. Afortunadamente, no habían comenzado.

-¡Qué suerte, pensé que llegaba tarde!- susurró a Jeremiah, su compañero.
-Te estábamos esperando- le contestó.

Un golpe de martillo cortó de raíz las voces. El juez miraba con frialdad aquella sala. Era claro que se haría alguna acusación importante; alguien importante del pueblo; alguna condesa u otra mujer de alcurnia. Usualmente ésas eran las brujas con recursos.

Hacía meses que aquel cuerpo supremo de la ley cazaba los actos de magia negra. Todo comenzó con la muerte del ganado del granjero Sheen; luego siguió la enfermedad de numerosos niños y toda una serie de bizarros acontecimientos. 

En aquel lugar cargado de fanatismo religioso, el temor a los actos del maligno encendió el temor en todos. El miedo se mezcló con la mentira y el odio, haciendo nacer las acusaciones. Vecinas, amigas de la infancia... todos se convirtieron automáticamente en asistentes de una ley retorcida que buscaba a los siervos de Satán. 

Las principales acusadas solían ser mujeres, ya que se las consideraba impuras pecadoras. No obstante, en casos excepcionales, un hombre podía caer bajo el dedo acusador.

Así comenzaron a perecer: interrogatorios, torturas y ejecuciones. El cielo se cubrió de un manto de humo sangriento y el río de cuerpos en su lecho; el olor a carne quemada era ya lo habitual. 

Solían caer personas serviles. Pero algo había en esta ocasión. Algo fuera de lo común. 

-Hemos recibido información de testigos que un miembro de este tribunal ha hecho un pacto con el demonio. 

La noticia reavivó las voces. 

-¡Silencio! Dado el peligro que esto puede representar para este santo cuerpo, mano de Dios, para los inocentes y para la fe, no nos queda más remedio que el de apresar al acusado y proceder a un interrogatorio de emergencia.

Un sudor frío comenzó a recorrer su cuerpo. Se le hizo un nudo en la garganta.

-¿Puedes creerlo? ¡Uno de nosotros! ¡Es impo...! Oye, ¿Qué te ocurre? ¿Te encuentras bien?- preguntó Jeremiah al ver la palidez en su rostro.
-T...Tengo que salir de aquí.
-¿Adónde va, Lamar?- le preguntó el juez.

En ese momento, dos hombres lo sostuvieron firmemente y lo llevaron frente a Su Eminencia. 

-Lamar, se le ha acusado a usted de haberse unido a las fuerzas de Satanás ¿Qué tiene que decir en su defensa?
-Su Eminencia, sabe bien usted que eso es mentira. Yo soy una de las personas que más ha hecho por esta comunidad; he ayudado en numerosos partos y bendiciones. He sido un miembro importante para desintegrar todas las barbaries temidas...
-¿Y por qué huía?
-¡Porque sé que me tenían en la mira! He denunciado a muchos personajes poderosos, algunos aquí presentes, por los actos corruptos que he presenciado. Harían cualquier cosa por silenciarme...
-Sabe muy bien que ninguna acusación puede ser desechada; tenemos personas de fiar que han asegurado su culpabilidad. Ahórrese la tortura: confiese y le prometemos que tendrá un final rápido.
-¡Me niego a confesar un crimen que no he cometido! ¡No se atreven ni siquiera a decirme los motivos de la incriminación!
-No le repetiremos lo que bien conoce.
-Eso sólo prueba que no tienen nada.
-Pues no me queda más opción. Será encerrado hasta obtener una confesión. 

Se lo llevaron arrastrando. Quería gritar, pero cada vez que lo hacía era golpeado. Ésa había sido su recompensa por ser fiel a su consciencia, por ser honesto y seguir sus creencias junto a su ética. Así, un fanatismo desbocado junto con intereses amenazados, se unieron. Y el "Martillo del Señor" golpeó a un inocente de lengua ligera.

Yanil Sabrina Feliz Pache

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