Los celos

Los celos


  
Salomón- rey bíblico
                                                                                   

Amar es una aventura, una montaña rusa en el interior. Sensaciones maravillosas que te crean escalofríos en el estómago; la sonrisa de idiota cuando piensas en el ser amado, las canciones románticas, que tan cursis te parecían, las ves cobrar sentido, lo que no pensabas posible materializado en una persona...

Sí. Es muy bonito el amor. Y es triste cuando el monstruo lobuno salta y lo asesina. 

Los celos son una bestia maldita e incorpórea. Ese veneno que infecta tu mente. Basta ver la risa de la amada o el amado, siendo dada a otra persona, para que un fuego frío se encienda.

¿Por qué son tan fuertes los celos? Porque es miedo. El temor de no valer lo suficiente, miedo al abandono, a la soledad, a perder el corazón que entregaste...

Y por eso mismo no son fuertes. Son maliciosos. Muchas veces los celos son fantasmas. Cuando su mano fría toca a la otra persona, la alejan. Cuando son meras ideas que la mente crea, sin base ni fundamento, asfixian. 

Sobre todo, unos celos desbocados son una muestra viva de inseguridad y desconfianza. Pero, pese a lo que puedas pensar, no es tan sólo un no creer en el otro, es no creer en uno mismo. Es ver la amenaza y pensarse incapaz. 

Cuando se ama a alguien y se está seguro del valor propio, los fantasmas serán meras sombras, a las cuales se aprende a ignorar. No digo ponerse una venda ante evidencias claras; digo aprender a tener confianza. El amor, cuando es amor, no se pierde. No se roba, no se rompe por su cuenta ni por personas ajenas. No obstante, unos celos bien fundados y una pareja que los acoge, eso sí es asesino.

No te hundas en el mar de los celos si está en el planeta de lo irreal. 

Yanil Sabrina Feliz Pache

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