¡Música maestro!

¡Música maestro!

                                                                                                                                                                                                          
¿Escuchas? Música. 

Tantos sones como colores; el oído estimulado con los tonos, los matices... y las reacciones ¡Wow! Tan diversas y tan similares, todo a la vez.

Entra por la oreja, se interna en el organismo y se infiltra en las venas del alma; es extraña, como una especie de droga, a otro nivel. En unos, hace que las piernas convulsionen y se muevan acompasadas al sonido. Son capaces de desinhibir y explotan lados nuevos de una misma persona. 

También sirven como una pala. Sí, una pala. Cavan en los pozos de la mente y desentierran memorias verdaderas (o falsas). Porque, claro, en algunas personas, lo que hace es construir recuerdos que no han ocurrido y que, tal vez, se quiera sean reales. Cuando las memorias son reales, pueden salir risas, lágrimas...muchas cosas.

La música da emoción. Un simple beso, un golpe o una carrera pueden transformarse completamente con el cambio de la música; para confirmas, véase una película. Si a una carrera le pones una canción enérgica y motivadora sentirás emociones contrarias a la que genera la misma escena, con una música de suspenso. 

Y todo sin olvidar que la música es palabra convertida en arte. Son versos con encanto; de esos que se hacen inmortales en el viento. Ya sean odas apasionadas a una musa misteriosa, los crujidos de un corazón roto o llamadas de atención a la sociedad. La música es poderosa. Un lenguaje común, que no se detiene por las barreras de las lenguas. 

Cuando te pongas los auriculares, o la pongas a todo volumen, no la oigas: escúchala. Tiene un mensaje para ti.

Yanil Sabrina Feliz Pache

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